martes, 13 de enero de 2009


...Esta vez enmendamos las torpezas y premuras de las primeros encuentros, haciéndonos más dueños de la sintaxis de nuestros cuerpos. Los miembros van hallando un mejor ajuste; los brazos precisan un más cabal acomodo. Estamos eligiendo y fijando, con maravillados tanteos, las actitudes que habrán de determinar, para el futuro, el ritmo y la manera de nuestros acoplamientos.
Con el mutuo aprendizaje que implica la fragua de una pareja, nace su lenguaje secreto. Ya van surgiendo del deleite aquellas palabras íntimas, prohibidas a los demás, que serán el idioma de nuestras noches. Es invención a dos voces, que incluye términos de posesión, de acción de gracia, desinencias de los sexos, vocablos imaginados por la piel, ignorados apodos -Ayer imprevisibles- que nos daremos ahora, cuando nadie pueda oirnos... Mi nombre en tu boca, ha cobrado una sonoridad tan singular, tan inesperada, que me siento como ensalmado por la palabra que más conozco, al oirla tan nueva como si acabara de ser creada. Vivimos el jubilo impar de la sed compartida y saciada, y cuando nos asomamos a lo que nos rodea, creeos recordar un país de sabores nuevos. Me arrojo al agua para soltar las yerbas secas que el sudor me ha pegado a las espaldas, y río al pensar que cierta tradición es contrariada por lo que ahora ocurre, puesto que para nosotros, el tiempo del celo ha caído a medio verano....

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